Mientras el Mando Militar envía un Batallón de Relevo al Sinaí y planea exportar el año entrante Batallones a Siria, Irak, Afganistán, Sahara y África Central, el gobierno cubano desplazó 30 de sus soldados a Colombia.
El método es el mismo: llegan los militares amparados por la ONU y detrás de ellos llegan los asesores del Ministerio del Interior, todos del G2, quienes empezarán a determinar cómo manejar recursos, cómo organizar comunidades y cómo espiar y vigilar disidentes o personas “peligrosas” para la seguridad de los remozados terroristas.
Serán los tutores en la construcción de cogobiernos en las 23 zonas autonómicas y 8 campamentos madre, en donde el Estado no ha cumplido con planes de desarrollo y bienestar social, la corruptela administrativa está a la orden del día y los cultivos ilícitos pelechan.
Y no faltarán los médicos de la isla, curando con demagogia y aspirinas. Estas áreas y las futuras Terrapaz se convertirán en “zonas de re-educación” al mejor estilo marxista-leninista, con la amenaza discreta de los escoltas armados de los cabecillas farianos en campaña política o “pedagogía para la paz”, como proclaman sus amigos comunistas. Burócratas ingenuos creen que armar a los guardaespaldas y enrolarlos en la nómina oficial es controlarlos cuando, al revés, son ellos los que se están apropiando de la armería del Estado para intimidar a quienes controviertan los agrios argumentos de sus jefes.
El cocodrilo de los soldados cubanos en suelo patrio, es intragable. Ojalá alguien sensato reencauce el rumbo de la ignominia de una decisión extraterritorial que no van a traer ni estabilidad política ni paz social. Es urgente que la opinión pública diga NO a la presencia de soldados cubanos en territorio nacional. No tiene justificación, es una afrenta que no nos merecemos y va a ser el comienzo de mayores complicaciones. Así empezó Venezuela.
Ojalá el francés comisionado de la ONU y el General argentino Javier Pérez, de probada idoneidad y buen recibo, entiendan que los militares cubanos No son bienvenidos a colombia. Su presencia es ominosa. Además, aquí ya hay suficientes taimados.
JOHN MARULANDA
COLUMNISTA
Fuente: El Colombiano